Víncula Rock 2025: la magia de un festival que late con el corazón de un pueblo

 
En un rincón de la campiña jiennense, donde la calidez humana vale más que mil focos, el Víncula Rock volvió a escribir con letras de fuego uno de los capítulos más emocionantes de su larga historia.
 
Escañuela 17 de Mayo 2025. Antonio Rosillo | No es un festival más. Es un ritual colectivo, una cita íntima en la que 1.500 almas se funden en una sola, bajo el mismo latido de guitarras, abrazos y recuerdos compartidos.
 
Desde 1992, el Víncula ha crecido sin perder lo que lo hace único: su cercanía, su autenticidad, y esa hospitalidad que solo un pueblo como Escañuela sabe ofrecer. Este 2025, en su 32ª edición, el buen tiempo, la impecable organización y un cartel de lujo se aliaron para ofrecer una experiencia difícil de olvidar. Pero más allá de los nombres, fueron las personas, el compañerismo y la pasión común por la música lo que convirtió la jornada en algo verdaderamente especial.
 
La jornada comenzó de manera entrañable en la Plaza Primero de Mayo, donde vecinos y visitantes, como cada año, compartieron cervezas, anécdotas y abrazos al ritmo de bandas como Megascolia y THC (Tu Hipocresía Cultural). Allí, en el corazón del pueblo, se respiraba algo más que rock: se respiraba pertenencia, reencuentro y familia.
 
Poco a poco, la fiesta se trasladó al Campo de Fútbol, epicentro del festival, donde a las 17:30 se abrieron las puertas a una noche mágica. La organización, a cargo de oleoSÓNICA Music e Inala Producciones, supo adaptar la infraestructura de los grandes festivales a la escala humana del Víncula, sin que se perdiera un gramo de esencia.
 
Los primeros acordes los trajo Alimañas, banda de Torredonjimeno que descargó pura energía para calentar motores. The Litronas, profetas en su tierra, hicieron vibrar a los suyos con canciones que ya son parte del ADN del festival, himnos que se corean como si cada estrofa contuviera un trozo de historia compartida.
 
Luego, Gritando en Silencio tomó el escenario con una precisión y una entrega que dejó sin aliento a muchos. Y entonces llegó él, El Drogas. Leyenda viva. Con su voz intacta y el alma llena de fuego, recordó por qué el rock no entiende de edad. Su paso por el escenario no fue solo un concierto, fue una lección de vida, una muestra de que la pasión verdadera nunca se jubila.
 
Ya caída la noche, Koma sacudió los cimientos del recinto con una actuación apoteósica, y no faltaron guiños entre artistas que reflejan lo que aquí se respira: respeto, complicidad, hermandad. Desde los coros cruzados entre bandas hasta los gritos de guerra compartidos, cada gesto hablaba de un festival donde los egos se diluyen y solo queda la música.
Y cuando parecía que el clímax era insuperable, llegó O’Funk’Illo para poner a bailar hasta al último rincón del campo. Con la maestría de Andreas Lutz y el virtuosismo incombustible de Pepe Bao, ofrecieron una lección magistral de alegría, ritmo y conexión con un público que ya era una sola voz.
Cerraron la noche los inigualables Eskorzo. Con su fusión de sonidos y su energía brutal, regalaron a los más fieles un final de fiesta que se vivió con la emoción de quien sabe que está presenciando algo irrepetible. Más que un concierto, fue un abrazo sonoro al alma de cada asistente.
 
Víncula Rock no es un festival más. Es un reducto de autenticidad en un mundo cada vez más acelerado. Es el lugar donde se respira verdad, donde los artistas bajan del escenario para mezclarse con el público, donde la música no se escucha, se comparte. Un espacio donde el rock sigue latiendo como en los viejos tiempos, pero con los pies firmes en el presente.
 
Escañuela, una vez más, se volcó por completo. Y quienes vivieron esta edición del Víncula no solo se llevan fotos o vídeos: se llevan algo mucho más valioso, algo que solo ocurre en esos festivales de los que ya quedan muy pocos en España. Una emoción que perdura. Una historia que se cuenta con una sonrisa. Un lugar al que, sin duda, se quiere volver.
 

Antonio Rosillo Martínez

CEO y fundador de esta santa casa, pero una parte minúscula de este gran proyecto que es Diario Guadalquivir.

Antonio Rosillo Martínez

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