En lo profundo de la Sierra de las Villas: rincones verdes y azules que pocos conocen
DÍA MUNDIAL DEL TURISMO
Villacarrillo (Jaén), – En el corazón del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, entre gargantas, barrancos, arroyos y bosques, se esconden tesoros naturales que parecen detenidos en el tiempo. Alejados de las rutas más transitadas, lugares como el Charco Azul, el Puente de la Toba y el Charco Verde ofrecen una experiencia regalada para los sentidos: agua cristalina, vegetación exhuberante, silencio, y una aventura en cada paso.
Un itinerario de descubrimiento
La ruta que une estos parajes comienza cerca de la Cueva del Peinero, adentrándose en el cauce del río Aguascebas el Grande. En total, unos 10-12 km de recorrido lineal, con desnivel acumulado que supera los 400-500 metros, que se hacen sentir en las subidas, los cruces de río y algunos tramos resbaladizos.
No es una excursión para principiantes: el terreno es algo agreste, con pasos estrechos, zonas donde la senda se confunde con zarzas o plantas trepadoras, y la necesidad de vadear el agua. Pero eso es también parte del encanto: cada charco, cada poza, aparece después de un esfuerzo, como una recompensa.
Los protagonistas: agua, roca y luz
Charco Azul: un remanso impactante. Se describe como una poza profunda de aguas azuladas, acompañada de cascadas y tramos de pozas naturales que invitan al baño. El agua fría recobra vida en el verano y contrasta con la vegetación y las rocas de travertino
Puente de la Toba: un lugar singular donde el río ha formado galerías y estructuras tobáceas (de toba, roca porosa calcárea), cuevas subterráneas y cascadas. Cruzarlo implica entrar en espacios donde el agua, la roca y la humedad generan atmósferas casi mágicas.
Charco Verde: más pequeño que el Azul, pero igualmente espectacular. Su agua verde esmeralda rodeada de vegetación salvaje y quebradas rocosas lo convierten en un oasis escondido. Tiene al fondo una cascada más pequeña, ideal para quienes buscan un remanso íntimo.
Por qué permanecen ocultos
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Accesos complicados: la ruta exige caminar dentro del río, cruzarlo en varias ocasiones, y sortear vegetación densa. En algunos tramos, no hay camino claro y hay que orientarse con hitos, señales mínimas o GPS.
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Poca infraestructura turística: no hay grandes estacionamientos, ni señalización abundante, ni bar-restaurante cerca del punto más atractivo si no guardas previamente lo necesario. Esto reduce el número de visitantes, lo que contribuye a mantener la pureza del paisaje.
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Temporada limitada: muchas personas solo visitan en verano, por la necesidad de que el caudal del río baje lo suficiente para cruzar y para que el agua no esté demasiado fría. En otras épocas puede ser peligroso.
Cómo prepararse para la aventura
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Equipo adecuado: calzado de montaña resistente, ropa que se pueda mojar, brazalete o bastones, neopreno si el agua está fría, protección solar y gorro.
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Agua y comida: no hay servicios en medio del bosque, así que es imprescindible llevar lo necesario.
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GPS o mapa fiable: hay tramos donde la senda desaparece o la señal se pierde, especialmente si entras en cuevas o senderos dentro del cauce.
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Respetar el entorno: dejar todo como lo encuentres, no encender fuego fuera de las zonas permitidas, llevarte tu basura.
Más allá de los charcos
La Sierra de las Villas tiene mucho más escondido que estas pozas. Otra joya es la Cascada de la Osera, situada en Mogón (Villacarrillo), con una caída de 130 metros, la más alta de Andalucía.
Conclusión
El Charco Azul, el Puente de la Toba y el Charco Verde son ejemplos de cómo la naturaleza guarda sus mejores cartas en los rincones menos evidentes. En la Sierra de las Villas, cada zancada cuesta, pero cada remanso vale el precio. Para quienes buscan desconectar, para quienes aman caminar sin prisas, zambullirse en aguas puras o simplemente dejar que el rumor del bosque sustituya al de los coches, este triángulo verde-azul es un destino imprescindible. Pero también un recordatorio: lo salvaje se conserva mejor si lo cuidamos.